miércoles, 10 de septiembre de 2008

Una noche especial cortesía de Oster: Victor Moreno y Maya García: cocina venezolana y vinos del mundo

En los últimos diez años he aprendido a desenvolverme más en dos aspectos relacionados con la gastronomía: he ampliado mi rango de respuesta en la cocina y he aprendido a discriminar lo que busco en un restaurante.

Lo primero me ha ayudado a romper con McDonald's y su larga lista de negocios relacionados, lo segundo es el norte innegociable con el que evalúo un lugar donde vaya a comer.

Y, en definitiva, en un restaurante busco sentirme en buena manos: sin sobresaltos, sin sorpresas desagradables. Como quien se monta en un avión y por lógica confía en el piloto y sabe que de no mediar una tragedia terrible va a llegar a su destino porque sí.

Ayer fue, entonces, una de esas noches de estar en buenas manos. A eso de las seis de la tarde, Mariby Pérez, una de nuestras aliadas estratégicas en términos laborales, me pregunta si la puedo acompañar a una degustación de Oster de Venezuela. Así, de lo más escueta la propuesta.

Sin embargo, como trabajo con Mariby en una agenda de vinos, pensé que Baco estaba de por medio y decidí acompañarla.

La cita fue en La Cuadra Gastronomía, en un espacio con ambiente lounge, donde comenzó todo. Servían prosecco Foss Marai -que a Venezuela trae Veneto América- y fue una apertura más que interesante.

Un perfume a manzana verde y la precisa acidez en boca resaltaron de forma inmediata, mientras por la pequeña sala pasaban bandejas con tequeños y papelón con pasta de ají dulce como acompañante.

Después de conversar un rato con Mariby y con la gente de Oster, ya daba casi por cerrado el evento cuando Elisa Sousa, gerente de mercadeo, nos invita a pasar a cenar.

Bajamos unas escaleras, llegamos a un comedor pequeño con la cocina integrada al mismo y entendimos el sentido de la reunión al ver las caras conocidas: Victor Moreno al mando de la cocina, y Maya García como sommelier tomaban el testigo: la velada prometía.

Ahora, sin más, vamos a los platos.

Entrada: "Vuelve a la vida" presentado con salsa de aguacate y crujientes de plátano. Vino: Establecimiento Juanicó Sauvignon Blanc/Sauvignon Gris Don Pascual 2006 (Uruguay)

El "Vuelve a la vida", muy ligado al concepto de Victor Moreno de explorar al máximo la comi
da venezolana: de hecho, la salsa que acompaña a los mariscos está hecha con ketchup, a la manera de los kiosqueros de playa.

El vino, muy interesante. Se trata de un a alternativa ligera, casi etérea, con perfume de frutas cítricas y en boca la alta acidez que suele acompañar a la savignon blanc está matizada por su versión gris (la composición es Sauvignon Blanc 85%. Sauvignon Gris 15%).

Se trató de una bebida que llevó perfectamente el plato, complementándolo e incluso balanceando el toque dulzón tanto de la ketchup como de la reducción de jugo de naranja de la salsa.


Principal: Lomo de cerdo confitado con salsa de guayaba, puré de batatas y crocante de cebolla. Vino: Achaval Ferrer Malbec 2005 (Mendoza, Argentina)

Desde que Victor Moreno comenzó a comentar el siguiente plato y las botellas apareciero, se lo comenté a Mariby: éste es un gran vino. De hecho, casualmente conversaba justo antes de salir con mi amiga Margaret López sobre las bondades de los vinos potentes y concentrados de Achaval Ferrer.
Y, sin duda, el cerdo estaba exquisito, la salsa, todo, pero la estrella fue el Achaval. Maya nos contó como ella junto con su equipo se habían dedicado a decantar y filtrar el vino, de manera que pudiéramos disfrutarlo debidamente oxigenado y sin los sedimentos que originalmente presentan las botellas de esta bodega/boutique argentina.

Tiene un color de piel de ciruela bien oscura y se aprecia consistente, continuo, sólido. Su nariz ofrece algunas notas de vainilla -de su paso de 10 meses por roble- pero sin opacar la fruta que está allí, oscura y latente.

Ya en boca es un vino carnoso, con bastante cuerpo, un sabor muy equilibrado que se aleja de las notas de tabaco y café y se acerca a las de cacao y algo de madera. Su final es largo y placentero y cada sorbo era como una forma de abstraerme de la situación social para convertirse en un deleite íntimo, particularísimo. Tremendo vino éste.

Postre: Bienmesabe. Vino: Barros Porto Tawny.

Ya Maya había comentado sobre la conveniencia de tomar bastante agua para compensar la ingesta de vinos. Pero una vez que Victor Moreno comenzó a comentarnos de su indiferencia por los postres, cómo en ellos se movía más por los sabores que por la presentación y aparecieron los bienmesabes, las pequeñas copas de porto llegaron al salon.

Le comentaba a la gente de Sírculo -con quienes tuvimos la reunión del sábado- acerca de nuestra decisión de no explorar tanto el mundo de los portos porque requeriría un presupuesto específico sólo para este tipo de vinos. Pero, por supuesto, somos grandes admiradores de ellos y disfrutamos cada vez que podemos compartirlos.

Este tawny de Barros permite algo así, como diría un norteamericano, un Porto 101, un curso introductorio sobre el vino. Tiene ese color de caoba rojiza y la nariz siempre me recordará a las frutas maceradas para hacer torta negra.

En boca es untuoso, con cuerpo y persistencia media que iba muy bien con el nivel de dulzor del bienmesabe, que, además, venía acompañado de una salsa de Porto.

Y así terminó la velada. En definitiva, una de esas experiencias enogastronómicas inolvidables. Gracias a Mariby, a Oster, a Victor, a Maya y a sus respectivos colaboradores.

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