martes, 21 de diciembre de 2010

Expovinos Panamá 2008: 2 estampas del vino argentino

Expovinos Panamá 2008. Domingo, día de cierre. Dos estampas del vino argentino. Dos reliquias.

Primero, mientras degustábamos una copa del Mairena Bonarda 2005 de la familia Blanco, una señora impaciente por saber si estaría a su alcance el precio del vino en anaquel le preguntó a Gabriel Blanco: “¿Y cuánto es que cuesta este vino?”. A lo que Blanco, como si esperara un día más antes de ordenar la cosecha, respondió con parsimonia: “señora: desde que planto las uvas hasta que lo embotellamos y lo despachamos el vino nos cuesta muchísimo. El precio tendría que consultarlo con el importador”.

Luego, Fernando Spigatín, de Domados, me confió que abriría en breve una botella de Zaino, su malbec top. Lo decantó mientras me contaba cómo recorrer los viñedos en su caballo era su ideal de felicidad desde que lo hacía con su padre. Esperamos. Y sirvió un líquido casi negro del que surgían frutas negras, violetas, especias dulces. Recordé a Hubert de Montille en Mondovino: no es sólo que el vino sea concentrado sino que su sabor sea profundo. Y me vi tomando ese vino con mi hijo unos diez años después.

Le pregunté a Fernando cuánto duraría ese vino. “Fácil 20 años”, dijo. No necesitaba Wine Spectator ni Robert Parker para creerle al hombre que me había llevado de paseo en el caballo por sus viñedos con su relato. Simplemente nos pusimos de acuerdo y me vendió una de las botellas que le habían sobrado de la exposición. Y antes de entregármela, con cuidado, con letras grandes como siempre he imaginado la caligrafía de varios de los afrancesados protagonistas de los cuentos de Cortázar, colocó, por primera vez el nombre de mi hijo Manuel Andrés, al dedicarle la botella. Así que cada 15 de agosto, en su cumpleaños, trato siempre de brindar con vino argentino, por la memoria de Fernando, por los esfuerzos de Gabriel Blanco. Hasta que se cumpla el destino del Zaino y sea descorchado para brindar con Manuel. Por eso siempre me emociono cuando grabamos videocasts con vinos argentinos.




viernes, 17 de diciembre de 2010

Styx, Babe y el Balmoral de Rosemount Estate

Hace unos tres años, cuando ya pensaba que mi diciembre sería apacible y familiar, resultó que me llamaron de última hora para un proyecto interesante. Era buen dinero pero exigía de mí dedicación exclusiva incluyendo los días alrededor de las fiestas: 24 de diciembre hasta el mediodía, igualmente el 31, y todos los demás días unas ocho horas.

Cuando salía, alrededor de las cuatro de la tarde, como estaba bastante cerca de Licores Mundiales Las Mercedes, me detenía a ver los vinos. Generalmente no compraba nada porque no quería caminar con las botellas pero anotaba deseos para próximas visitas.

Coincidió esta situación con que la importadora Veneto América comenzó a traer los vinos de Rosemount Estate, desde la gama económica hasta los iconos Balmoral y Mountain Blue, y desde que aparecieron en anaquel, me dije que me compraría un Balmoral.

No vi luz con el proyecto porque aunque todo salía bien, no daban ganas de hacer nada más, así que me limitaba a esas visitas de window shopping. Todo hasta que, como era de esperarse, el Balmoral se terminó y, todavía ahora, lo lamento.

El Mountain Blue sí lo he tomado en diversas ocasiones, incluida su fiesta de lanzamiento en Venezuela -gracias a la gentil invitación de la sommeliere Maya García- pero todavía me debo el Balmoral.

Lo más curioso es lo siguiente: ese diciembre, VH1 pasó un conteó de las mejores baladas rock de la historia y, aunque sea una declaración de un boquete en mi cultura de música popular, realmente nunca había escuchado Babe de Styx y, justamente, la canción estaba incluida en el conteo que incluía una entrevista con Dennis DeYoung y una versión que hacía él solo al piano, dedicada a su esposa. Las cinco partes del conteo, aparte de CSI Las Vegas, fueron los únicos programas de televisión que vi en esos días.

Ahora que me gusta tanto Babe siempre me hace recordar el Balmoral. Y me da como notalgia.