jueves, 2 de julio de 2009

La ciudad de las cachetadas, artículo del prof. Alberto Soria

Un viento huracanado pasó, encontró a la aristocracia del vino en la cama, y al dejarla con escaso abrigo, mostró sus pies descalzos. Así nos hemos enterado después de que algunos descalzos tenían pies de barro.

La avaricia, el desconocimiento, la vida presuntuosa y el jugar a la bolsa con el vino, ha provocado el desplome del castillo.

I Creer que la calidad es cosa que se compra basada en el precio más alto, funciona en algunos mundos. En el mundo del vino no. Por lo menos no en el del vino bueno, que tiene un factor llamado vendimia. Que depende del jefe de san Pedro. Y otro llamado evolución en barrica y en botella, por el que se asoma de vez en cuando el propio san Pedro, contradiciendo los pronósticos químicos, y los basados en las ganas y necesidades de cobrar de los dueños del vino.

Catar un tinto y preguntar cuánto cuesta la botella para decir después que es fantástico, extraordinario, es como darle una cachetada al tipo que hace el vino. Me refiero al que lo crea, al viticultor, no al yuppie de mercadeo y ventas.

En las últimas semanas, la hermosa ciudad de Burdeos es la capital de las cachetadas.

Los dueños de los castillos cachetean a los brokers que hicieron que los precios de las botellas subieran a las nubes. Los viejos accionistas de las propiedades cachetean a quienes les cuentan que ahora la cosa se desplomó. Los compradores, cacheteados durante los últimos 20 años por los dueños ambiciosos con la ayuda de Bob Parker, ahora devuelven las cachetadas mientras gritan "o bajas los precios, o no te compro". Los dueños de las uvas cachetean a quienes les dicen que no pagarán lo que estos estaban esperando. Y todos quieren cachetear a Bernard Maddoff, pero no pueden.

Los presumidos yuppies del vino, en Londres y en Nueva York, sienten que mientras estaban pintando el techo de los precios de escándalo, los han dejado colgados de la brocha.

Robert Parker observa aquel mar de cachetadas y dice "no me miren, yo no tengo la culpa". Michel Rolland hace lo mismo, pero cuenta otra vez hasta cien. Para verificar si ha perdido alguno de sus cien clientes para quienes alrededor del mundo, viajando en jets privados, en Mercedes Benz o en Jeep de lujo hace vino "al estilo de Burdeos".



II Sólo los veteranos del vino sonríen. Se cansaron de advertirlo. Pero nadie les hacía caso.

En los últimos 20 años una botella de vino pasó, de costar el precio de un par de zapatos, al precio de una colección de libros. Después, la cuota inicial de algo deseado, más tarde el precio de un weekend, el de una moto cara o el ticket de un crucero, si el comprador cometía la insensatez de pedir la botella en un restaurante.

Los precios de algunos castillos de Burdeos han descendido hasta en 45%. Madoff, de 71 años de edad y 150 años de condena por 50 millardos de dólares estafados, rogó para que lo dejaran presentarse a oír la sentencia el lunes pasado en lujoso traje de calle, no con el de presidiario. Lo mismo hacen ahora sonrojadas algunas botellas de vino con sus aristocráticas etiquetas.

Bueno sería piensa uno no olvidar la lección.

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