domingo, 18 de mayo de 2008

Entre Parker y Rolland

Tal vez la fascinación básica que tiene el vino para un autor está en las sensaciones: gusto, tacto, olfato, vista e, incluso, el oido, porque escuchar la salida del corcho de una botella esperada y deseada puede ser el detonante del goce de tomar vino.

Pero también, y en buena medida para nosotros lo es, tiene que ver con los nombres. El mundo de vino está lleno de nombres: los de las uvas, las regiones, las casas productores, los vinicultores, los enólogos, los catadores, los procesos, las épocas.


Y los números: los meses de añejamiento, las añadas selectas, la temperatura necesaria en la mañana, en la noche, la temperatura de servicio, el contenido de las botellas, los precios, el número de cajas y botellas de alguna casa, los ejemplares en la colección personal.

Todo un catálogo, un mar para perderse, un espacio fantástico y amplísimo donde se puede uno alejar de las mezquindades de la vida cotidiana.

Finalmente, la paciencia. La misma paciencia que se necesita para escribir, para corregir, para esperar una publicación es que la que demanda el vino que espera por nosotros en barricas o en botellas para mañana, para los momentos que nos quedan hasta entregar nuestra guardia terrena.

Entonces, este pequeño blog no es para más nada sino para el vino, el catado y el por catar, los maridajes y todo lo relacionado.

El resto es literatura y vida.

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